Hola amigos, este jueves vuelvo a Viguera a presentar mi libro, y os dejo parte del capítulo nº 2.
Deseadme suerte.
–¿Qué ocurre? –preguntó uno de ellos.
Fadir se mantuvo impasible ante las preguntas de los allí pre- sentes. Sólo al llegar a la altura de un funcionario vestido con una ŷubba azul se paró ante él.
–El escribano. Que venga Haidar –se limitó a decir con energía.
–¿Qué venga Haidar? –se preguntaban los generales y nobles que estaban esperando desde el amanecer para tener una audiencia con el califa Abderramán III. Extrañados, se miraban entre sí, no com- prendían la orden de Fadir, mientras que ellos estaban esperando. El cuchicheo entre los cortesanos iba en aumento, pero nadie se movía.
Todo cesó cuando por una de las puertas del salón apareció un hombre delgado, con un turbante mayor que su cabeza, que portaba una pequeña mesita y una pluma de oca en la mano. Pasó ante ellos sin mirarles, con paso decidido, y entró en la sala del trono.
–Alteza –exclamó tras arrodillarse ante Abderramán III.
–Escribe –pronunció éste sin mirarle siquiera.
«Querida tía: siempre es una alegría el saber de ti, y mucho más el poder verte. Dentro de tres meses estaré en mi ciudad de Calagurra y podremos vernos allí».
Durante unos segundos se detuvo y poniendo una mano en su barba la acarició con lentitud. Dudaba entre ponerle algunas pala- bras oficiales o de cortesía, o dejarla simplemente como un comu- nicado familiar, como el que le había enviado ella. En ese instante el escribano se atrevió a preguntar:
–Majestad, ¿queréis poner algo más?
–No, no –contestó con rapidez. Se acababa de decidir–. Lo que tenga que decirle ya se lo diré en persona dentro de tres meses – añadió con el rostro sombrío.
La reina Toda, del reino de Nájera, era su tía carnal, ya que era hermana de su madre, una concubina llamada Muzayna. Ese era el motivo de que su apariencia física fuera más occidental que árabe. No era la primera vez que eso ocurría en su familia, pues una de sus abuelas, Onneca, también era una concubina cristiana del reino de Pamplona. Por lo que tres cuarta partes de su sangre era cristiana, aunque él era un fiel devoto de Al-lāh.
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